
Ayer fue un día muy especial para mí, para mi hijo y para toda la familia.
Fue muy especial porque ayer, mi hijo aprendió a andar en bicicleta. Fue un gran logro para él y un gran logro de papá-satélite para mí.
Puede parecer un logro pequeño o “normal” pero para llegar a este punto, mi hijo tuvo que hacer varias cosas:
UNO. Tuvo que dejar ir unos miedos y aprender a convivir con otros
DOS. Aprender a sentir su cuerpo completo y hacerse consciente de su equilibrio en tiempo real
TRES. Desarrollar la habilidad de estar 100% enfocado en el momento presente
CUATRO. Aprender a confiar en el proceso de practicar algo con disciplina, aún cuando los resultados puedan verse lejanos
Este logro, no fue algo que sucedió de la noche a la mañana, es consecuencia de mucha práctica, una estrategia bien pensada para abordar dicha práctica, sumadas a la flexibilidad suficiente para hacer adaptaciones a la estrategia mientras avanzamos en la práctica.
El asunto nos tomó más o menos dos años de sesiones semanales de 45 minutos, con dos o tres caídas mínimas, muy poco drama y mucha, mucha atención plena.
Nos tomó dos años, no porque algo esté mal con Ian, nada de eso, nos tomó dos años porque decidimos que no teníamos nada de prisa, y yo decidí enseñarle a mi hijo a andar en bici de manera muy diferente de como mi papá me enseñó a mí, que fue un desastre, terminé enseñándome yo a andar en bici.
Usamos estos dos años para explorar un método que fuera simple, poco peligroso, divertido y que se ajustara a cómo Ian aprende mejor, para que el resultado fuera un rotundo éxito.
A lo largo de estos dos años, me topé con otros papás y mamás también enseñando a sus hijos a andar en bicicleta, la mayoría de ellos sólo repitiendo cómo les enseñaron a ellos o enseñando a sus hijos como ellos suponen que se enseña a andar en bicicleta.
Con poco éxito en ambos casos, esto pasa, porque, creo yo, que no se están haciendo las preguntas correctas:
¿Cómo aprende mejor mi hija o hijo? ¿Haciendo? ¿Leyendo? ¿Escuchando? ¿Viendo? ¿Una mezcla de los anteriores?
¿Cómo enseño mejor yo en mi rol de papá o mamá?
¿Cuáles son los obstáculos que yo recuerdo haber enfrentado al aprender esto? ¿Cuáles de estos obstáculos creo que también va a enfrentar él o ella?
¿Qué obstáculos puedo imaginar que mi hija o hijo en su particularidad va a enfrentar? ¿Cómo podemos irlos resolviendo?
¿En el caso de mi hija o hijo cuál es el obstáculo más importante a superar? ¿Cuál es el obstáculo que le da fuerza a los otros obstáculos?
Una vez que me respondí todas esas preguntas ya tenía yo toda la información para empezar a trabajar en mi estrategia, que una vez lista, se la presenté a Ian, junto con las metas a corto, mediano y largo plazo, le hizo sentido el plan, entendió las metas y listo, estaba a bordo.
También fue importantísimo tener a la familia en el mismo canal, para que nadie saliera con “Ay, ¿por qué te estás tardando tanto en aprender a andar en bici? ” o “¿A poco te da miedo? Yo a tu edad ya bla bla bla”.
Afortunadamente toda la familia, en especial la mamá de mi hijo, mi pareja y mi hermana, se portaron súper conscientes y amorosas con Ian durante todo el proceso, y eso, obvio ayudó a fomentar la atmósfera adecuada para que Ian pudiera probar algo, equivocarse, asimilarlo y volver a probar.
Estoy muy agradecido con toda la familia por subirse al proceso y confiar, y estoy muy orgulloso de ti querido Ian, sigue rodando y sigue siendo libre.
Gracias por leer.
Si te gusta lo que escribo o te ha resultado útil, por favor considera invitarme un café (hacer una pequeña donación). Aquí está el enlace.